Friday, November 27

Pelirrojas del demonio, a secas.

No sé si les conté, que en cierta ocasión fui testigo de un hecho extraordinario en el mundo animal. Caminaba, no sin cierta dificultad, por las trincheras, parapetado y artillado hasta los dientes, allá en la tierra sarracena, cuando una bandada de estorninos, miles, tal vez millones, hicieron de vientre a su paso.
Fue un bombardeo épico, donde las bombas de racimo explosionaban al contacto con la tierra batida y enfangada tras los monzones. Cada fragmento de metralla, pasaba silbado. Y allí, en la desesperación de la incertidumbre, que se traduce en la desinformación, el azogue del cerco, estrechándose sobre nuestras cabezas, el cielo que fue azul se cubrió de un negro manto que ni siquiera era nubes, cerrándose por un instante, que se hizo tan largo como dramático.

El descanso del guerrero.

Sólo es un mito.
Un mito como que los marinos de las armadas tienen una novia en cada puerto. Sólo un mito.
Cuando al fin te relevan, no sientes ni alivio, y la tensión acumulada se atenúa convirtiéndose en un terrible dolor de cabeza. Tal vez, te tiemblen las manos, por acción de la tensión muscular, y se te agarrote la espalda; que perdiendo su forma natural se convierte en un palo de escoba. Cierras los ojos, y en las primeras noches, todavía puedes oler el hedor de la mugre y el sudor. Todavía eres capaz de distinguir el olor del combustible, sí, ese JP5 o ese diesel esperando en sus toneles, como odres de vino.
Cada ruido te sobresalta, y sientes el retumbar de los chasquidos secos y sordos de la munición que escupen los fusiles. El pestañeo de los casquillos cuando caen sobre el duro suelo de las rocas.
Todavía conservas en las uñas un poco de betún, y el olor del jabón con el que te aseas detrás de las orejas, la nuca y el cuello, la cara, donde el sudor, las legañas y el barro y polvo se acumulan en cada arruga.
El pelo, casi siempre rasurado al milímetro es como un trozo de velcro.
Sí, mierda, sólo es un mito, un puto mito.

La vuelta a la normalidad.

Sales de casa, vestido con ropa de calle, alguna te queda justa, la gran mayoría holgada. Tus pies ya no están oprimidos en unas botas empapadas, pero las plantas te arden con cada paso que das.
Cada calle se ha convertido en una jungla, llena de personas que no son blancos, ni objetivos, sólo personas que pasean por tu lado ajenas a tus pensamientos. Imbuidas en sus propios problemas.
La normalidad ya no es normal, es un sobresalto, es otra realidad que debes superar desapercibidamente, para no parecer un extraño. Para que los tipos y señoras que anda a tu alrededor no te vean como un pirado que se ha escapado de un manicomio.

Sí, nada es fácil. Todo resulta difícil. Pero no pasa nada o eso crees. Has sido capaz de circundar el mundo en un barco de papel, de perderte en las calles de Mombasa y sigues aquí. Con lo puesto, con tus recuerdos que son recortes de periódicos y retalitos de fotografías en blanco y negro, los arañazos de una gata de un lupanar, llamado Pinkhouse, y otras historias, que como el poeta dijo, recordar no quiero.

Y entonces, de la nada, como un retortijón mañanero aparece ella, esa pelirroja del demonio de ojos oscuros, que te mira con la lascivia de la que se sabe evocadora. Provocándote con cada movimiento que tu acerada voluntad se turbe. Puedes olerla. Puedes distinguir el olor de su piel. Puedes escuchar como roza su ropa contra su cuerpo, mientras camina observándote con esa sonrisa que te volvió loco, y que hizo que te tatuaras en el pecho diez versículos del libro de Jeremías. Esa sonrisa que hizo que te rajaran la cara de una cuchillada detrás de unos containers en un muelle de carga de Salalah. Esa sonrisa porla que meas sangre y escupes cicuta cuando la mentan.

Sí, allí, en la placita sin nombre, donde no retumban las balas ni los cañones, donde los niños dicen: “mira un relámpago” y es un relámpago. Allí, donde los estorninos tienen vedada la entrada, estancia y paso. Se acerca. Te mira. Y con la mano, todavía fría, te acaricia la mejilla rasgada.

- Corso, ¡qué viejo estás!

Y tú, a carcajadas, le besas los labios esperando el momento, de comerle las entrañas.

No comments:

Mi Ping en TotalPing.com Creative Commons License
CARTAS ABIERTAS by www.diariodeprovincias.blogspot.com is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.