Thursday, March 1

Sabor Amargo.

¿Qué ocurre? No lo sé, desde hace unos días duermo fatal, y eso que antes me llegaban con unas doce horas, ahora, no paso de cuatro; y a las 1400, como un reloj, me quedo frito en el coche.

Pero el tema, es quién es capaz de conciliar el sueño. ¿Quién tiene arrestos, por no decir cojones, de dormir toda la noche, y no despertarse sobresaltado, como cuando una bomba de un mortero traicionero te despierta a media vela en la madrugada fría? Algo así, pero sin tanto bombo y platillo, más sutilmente, pero igual de malo y perjudicial. La falta de sueño y descanso es malo, ya lo dicen los psicólogos, y en España, otra cosa no habrá, pero parados y psicólogos hay a patatas.
Ayer estuve en un lugar lúgubre, aunque a mí, me resultó bueno, fresco y liberador. Pero antes de contarles el final, creo que es mejor empezar por el principio. Y el principio es una pequeña cuestión:
¿Cuántos de ustedes han estado en un hospital de campaña en Afganistán, Irak o la Ex Yugoslavia? Vale, pueden bajar las manos.
¿Cuántos de ustedes han estado en campos de refugiados, perteneciendo a alguna ONG o por su cuenta, como periodistas, voluntarios, inspectores de la ONU/cualquier organización de la misma, o simplemente por accidente? Ok., pueden bajar también las manos.
Sí, sí no me olvido. ¿Cuántos han estado en hospitales de campaña de la Armada en catástrofes naturales como durante el huracán Mitch, o el terremoto de Haití, etc.…?
Gracias, listo.
Cigar, Sara Saudek
Ahora, por experimentar, cierren los ojos, no piensen en nada, y a todos aquellos que hemos estado en alguno de esos puntos alguna vez en la vida; nos habrá venido un regusto amargo a la boca. No, no lo intente sacar con chocolate o chorizo; el café tampoco sirve, se lo digo porque lo estoy intentando. Es así, no sale, ese agrio regusto es el sabor de la muerte. Y la muerte, jodida compañera, es como una ruleta sin trucar: nunca sabes el número en que va a caer.
Los que nunca hayan estado en esa situación, si cierran los ojos, también lo sentirán,  pero no tengan miedo… no teman lo que no se puede evitar.
Ayer, les decía: estuve en un lugar lúgubre, aunque a mí, se me hizo un lugar estupendo, porque aunque sentí ese amargo sabor en la boca, no era el mío ni el de los míos, y juro por Dios, y el que me conoce lo sabe, daría los dedos de mi mano, y diez años de mi primera vida, porque nadie tuviera que saborearlo jamás. Pero así es la vida. Ayer, en el oncológico, vencimos. Tal vez, otro día perdamos, pero ayer no.
Sentí ese amargo sabor. Y lloré en el baño de mi casa, porque ahora, jubilado y viejo, se me saltan las lágrimas con facilidad. Ya no hay debilidad en el llorar, ahora me honro de y en contarlo. Sentí ese amargo sabor que no era nuestro, y que Dios me perdone, sentí, egoístamente, alivio.

Esta historia no es mía, es de Sh., cota 6-8

Monday, February 6

La primera en la frente.

Atrás, no hace más de un mes y algo, comíamos las uvas con excitación y entusiasmo, y los ojos puestos en ese mágico año 2012 que asomaba por el albor de la noche.
¡Mierda! Albor de la noche, casi una antítesis; algo así como esta perra vida que nos toca vivir. A unos desde el paro, a otros desde la lejanía, a otros desde la enfermedad.
He visto a lo largo de mi, ya, dilatada vida, también ano, muchas terribles y horribles, e insensibles cosas. Imagénes que retengo en las retinas y queman como la lejía; un dolor que solamente calma, la visión y el recuerdo de otras imágenes más agradables: la aurora boreal, la mar montañosa, los fiordos en invierno, las tormentas de arena de Fujairah... Pipeline y sus bellezas nativas bailando a un escaso palmo de mi cara...
Sí, he visto, olido y saboreado un par de vidas, al menos.
El 31 de este mes, sin embargo, me pasó algo que nunca había sentido antes, por lo menos con tanta intensidad. Una bofetada, de esas que se dan con la mano abierta y eres no sólo capaz de contar cada dedo, sino cada surco de la mano que te golpea.
Mi hermana tiene cáncer. Y de los gordos, ha dicho el cirujano. Y yo que he ganado dinero, y me lo he gastado en borracheras y forniqueos. Que me he casado con la vida y la muerte otras tantas veces, he sentido esa bofetada, como siente el recluta su primer bramido de humillación: en el pecho y a bocajarro.
La primera en la frente, pienso, mientras bebo a estas horas un licor de malta, para ahogar la acidez que me producen los pensamientos.
Mañana, tal vez más.... porque la miseria cuando entra se abre camino como una rata hambrienta. Pero cuidado, somos familia pobre y honrada, y moriremos luchando. ¡Vive Dios!
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