Wednesday, March 1

La última arcada del día.

Catania tiene un prostíbulo demasiado ostentoso. No quiero decir que la ciudad de Catania, en Silicia, no merezca un buen prostíbulo, pero de tener uno, le sería más propio uno de esos pequeños, tipo club de carretera con barra americana camino de Siracusa.

Aquel prostíbulo tenía una cierta majestuosidad omnipotente. Así si fornicabas en las alcobas que daban a la fachada principal, podías desde sus ventanales ver las estupendas vistas de un volcán Edna con su cumbre perpetuamente nevada. Si por el contrario, yacías en la parte posterior, las vistas te adentraban en el casco histórico, en la vieja ciudad y en el mercado, donde un hombrecillo, tal vez oriundo de Estrómboli cocía sesos de vaca que servía a modo de tapa, en un improvisado tenderete.

Y es que me vino a la mente la imagen de tan insigne burdel, cuando hablaba con mi vecina en el jardín, mientras mis perros defecaban alegremente entre las malas hierbas. Ella, la misma que se hace la manicura, subida a un pollete, gracias a sus cualidades físicas a base de espartano entrenamiento como contorsionista en un circo portugués. Ella, que es sutil y sensual, me comentaba las últimas novedades de la pasarela de Milán, y fue entonces, cuando una arcada me vino a la boca, una de esas que no tenía desde que aquella cubana de ciento veinte kilos, zarandeando sus enormes ubres sobre mi cabeza, bailaba enloquecida la danza del vientre como una esbelta turca, teniendo de fondo un Edna maravilloso.

¡Vaya mierda! ¡Con qué puta y maldita frivolidad hacemos apología de cualquier cosa impunemente! Allí, en Milán, en el hermoso Milán, una diseñadora se desmadra y proclama, como en el 1812, la “Pepa”, pero en esta ocasión, haciendo alusión a la talla 38. ¡Eso, a la mierda la lucha contra la anorexia!

Sí, hay que joderse, no nos llegaba con los que apoyan el terrorismo, el fraude, la prevaricación, la malversación moral de la vecindad, sino que ahora también volvemos a saco con el tema de marras. ¿Otra vez debemos ver en la televisión a las niñas morir, en una huelga de hambre enfermiza, porque sus cuerpos no son perfectos? ¿Cuándo se enterará la mitad del mundo que la otra mitad del mundo es igual de imperfecta? ¿Cuándo se darán cuenta que la modelo de turno 60 – 90 - 60, o menos, le huelen los pies, se depila las axilas, y caga y mea por los mismos agujeros?

¡Basta ya, dita sea! A mi me gusta la gente imperfecta, esa gente que tiene ojeras, que va mal peinada, que se tiene que lavar los dientes, que tiene que comer porque tiene hambre, que tiene que cambiarse de ropa interior, que no siempre es sugerente e incluso tiene tomates en los calcetines. A mi me gusta la gente normal, esa que anda por la calle, que tiene problemas para llegar a final de mes, a la que los cobradores del frac sitian en sus casas. Adoro a esa gente, que no tiene fondo de armario, que usa colonia de baño, y que huele a jabón de manos. Me gusta la gente que lee el periódico por las mañanas delante de un café y pide leche fría porque está caliente. Me gusta el tipo ese que deja de fumar cien veces y vuelve cien veces a caer en el vicio. Me gusta la gente que se suena los mocos porque está constipada, y tiene fiebre y cuando está en un hospital tiene peor cara que un muerto, porque odia los hospitales. Sí, me gusta la gente de la calle.

Y puestos a decir… no me gustan esos tipos y tipas que van hasta las tetas maquilladas, que usan perfumes caros, que comen cocina de autor y se hacen rayas y pajas en los baños VIP’s de las discotecas de moda, y lo hacen porque fulanito de tal, que es más gilipollas que ellos también lo hace. Y fulanito de tal, que su papá tiene pasta gracias a cinco fábricas ilegales de explotación infantil en la Micronesia, va de coma etílico en coma etílico y de clínica de desintoxicación a otra, con las artistas de Hollywood. Y ellos por no ser menos, se meten una sobredosis de pegamento en barra para chulear el lunes en el instituto, la facultad, la oficina o en la mina.

A ver si de una vez por todas nos damos cuenta, de que cada uno es como nace, y que tiene que aguantar su vela, o como decimos en mi tierra “que cada can lama o seu carallo”, y nos dejamos de endiosar a mierdecillas, drogadictos y mendrugueros, que no sólo estropean su vida, sino también de quien la imita.

Normalmente, mi vecina, la contorsionista me pone cachondo, pero hoy, la muy hijaputa me ha dejado un sabor a bilis en la boca, contándome con anodina tranquilidad y aceptación lo de la talla 38, que también es un calibre, que pertenece a un arma, y éstas las carga el diablo y las disparan los capullos, y la bala perdida, que siempre rebota, acaba alcanzando a alguna chiquilla de quince años, guapa, bonita e inteligente, que engatusada, se acaba muriendo como un perro, entubada en alguna fría e inhóspita habitación blanca y rosa de un hospital.

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