Wednesday, February 22

El final del camino.


Ayer, JC perdió la única batalla que no deberían perder los hombres buenos, los honestos y honrados, esos que son padres de familia modelo, buenos esposos, buenos hijos, buenos hermanos, excelentes compañeros. Ayer, a JC le pudo un cáncer y se quedó como un pajarito, con los ojos cerrados y una sonrisa en la boca para los restos.

JC era un tipo especial, de esos que te dejan boquiabierto con su verbo fácil, con sus ademanes de artista de cine, a lo Rodolfo Valentino, con ese bigotillo peculiar a lo Erol Flyn y esa mirada que rompía corazones y deshelaba los casquetes polares.

A JC lo conocí una mañana del mes de febrero, hace ahora muchos años, más que los que algunos llegarán a vivir. Una de esas mañanas, que como ésta, se te helaba la sangre con el frío, y la piel se te enrojecía con la fuerza del viento, que te cortaba la tez, la carne y el hueso. Lo conocí a pié de portalón, que es como se le llama a las pasarelas de los buques de guerra. Iba impecable con su uniforme de gala y su gesto castrense, repeinado y con esos guantes blancos que nadie ha sabido vestir tan bien en toda nuestra puta mili.

Un caluroso saludo en una mañana de frío polar, allá en un muelle perdido de la mano de Dios, a las afueras de una ciudad danesa que se llamaba Aarhus o algo por el estilo. La nieve caía a borbotones, y te empapaba de la misma manera que te empapa el agua salina cuando una ola rompe en el costado y salpica mil millones de pequeñas gotas saladas en la cubierta. Y allí, en ese portalón de aluminio viejo y rancio, oxidado y comido por el salitre, entre drizas y cabotajes, y una camboyana para los que, como cubas, regresaban de los lupanares, nos conocimos. Un caluroso saludo en una mañana fría.

Con él y el maestro armero, que todos llaman el Cara Cortada, he vivido la mayor parte de mi vida. He recorrido el mundo en barcos de papel de fumar, viendo la aurora boreal en las gélidas noches de invierno, he cruzado el paralelo cincuenta y seis por encima de la Isla de Man, he visto a los peces voladores en la ruta de los alisios, he recorrido las calles pobladas de Río, Buenos Aires, Valparaíso, San Diego, Tijuana. He recorrido los grandes lagos de escapada, y me he internado con ellos en el país de los canadienses que llaman Canadá, y hemos alcanzado Alaska. He cruzado el canal de Panamá, y he dormido con ellos a ras de cubierta, cuando éstas eran de madera, en el mar Rojo. He visto los atardeceres rojos de Egipto y Siria. He recorrido las calles infestadas de heridos y muertos durante la guerra de Yugoslavia. He visto a las mujeres sin rostro de Afganistán, y he recorrido el cordón de la fortaleza amuralla de Um-qasr en Irak.

Sí, he vivido un par de vidas al lado de esos dos hombres. Y he puesto en sus manos tantas veces mi existencia, que son como hermanos, más incluso que hermanos de sangre, mucho más, hermanos de armas.

Ayer JC se murió, la palmó, la espichó, estiró la pata, la guiñó, se fue a criar malvas, pasó a mejor vida o toda la retahíla de eufemismos que se quieran decir. Ayer a JC le venció un zaratán que llevaban en el vientre, como una embarazada lleva a su semilla que algún día brotará de su vulva y se convertirá en hombre o mujer. Sí. Ayer murió JC, llegó al final de su camino, y lo hizo con el honor con el que mueren los soldados, sin llantos, sin miedo, con la cabeza bien alta y mirando al frente, sabiéndose poseedor del mayor de los regalos, y éste ha sido su vida, y la herencia que deja en sus hijos, que siempre lo recordarán porque su madre, el maestro armero y yo mismo siempre se lo recordaremos. Les recordaremos la madera en la que estaba tallado su padre, un noble roble, un fiel amigo, un leal compañero.

Y sí, viejo, no te preocupes, que esta noche, el maestro armero y yo beberemos como cosacos, cantaremos canciones prohibidas, y diremos obscenidades hasta que se rompan de nuevo las murallas de Jericó. Bailaremos y cantaremos ebrios, y a nuestro lado, en un pedazo de nuestro viejo corazón de soldados, te llenaremos la jarra de cerveza y ron, y aguardiente de caña. Y sí, viejo cabrón, no te preocupes, que no derramaremos ninguna lágrima, que sabemos que estás ahora sentado en el Valhalla con otros hermanos que se han ido para siempre.

Adiós JC, has llegado al final del camino, pero tranquilo que pronto nos reuniremos contigo para seguir recorriendo nuevas rutas.


NISI DOMINUS FRUSTRA

1 comment:

onlysnow said...

Hola, sí efectivamente la nieve y el hielo tienen un misterio que me subyace...por eso tengo una categoría de hielo abrasador.

Gracias por tu visita.

Te comento tu relato:

No sabes, o quizá sí, supongo que sí, lo dificil que es transmitirte las sensaciones que tengo ahora, cuando estoy cerca de lo que ha sido JC. Cuando algo maldito, se asienta en tus entrañas y relame la vida cual la más gélida e hiriente guadaña. Pero...hay que morir de pie y con una copa de ron. Fundamentalmente si te preocupas de añadir vida a tus años y no años a tu vida, si te llenas tus sentidos, aunque sea desde la imaginación por montarte en ese barco llamado Man, ondear por las costas de la vida inundándote de lo bueno y malo que esta te destina. ¡¡¡No lo sabes!!!. O Quizá sí....

Un saludo, desde un Iceberg nada helado.

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